Reto escritor | Mes de Abril
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¡Hola!
Mientras me paseaba por los retos de escritura a los que me he apuntado recibà un golpe de inspiración con uno de ellos. Con el Plot a twist! del mes de Abril.
SÃ, sé que me faltan realizar los meses anteriores, pero no pude aguantar y me puse a escribir un relato con los tres últimos bloques publicados.
Tan bueno fue el golpe inspirador que usé dos bloques para una misma historia. La increÃble melodÃa, y la siguiente frase: A veces, lo último que necesitas es un caballero de brillante armadura.
Aquà va...
~•★•~
No más caballeros
Hoy dejaré de existir.
—Andando.
Un hombre vestido de negro abre la cápsula en la que he sido encerrada por un mes. Me empuja sin tacto a pesar de que camino por voluntad propia.
Por el pasillo oigo los murmullos de los otros sujetos atrapados en cápsulas. Por sus susurros, por sus miradas fijas en mi andar, comprendo que es su modo de mostrar respeto hacia alguien que no volverá a respirar.
El hombre vuelve a empujarme, y tropiezo. Caigo de rodillas, y agacho la cabeza para observar mis manos presas por las grilletes. Los otros prisioneros golpean las puertas de sus cápsulas, unos insultan al hombre de negro, otros me animan a que me ponga de pie.
—No le hagas creer que eres débil —grita uno de ellos.
Sé que desean que llegue hasta el final con la cabeza alta, sin rebajarme ante ellos, ¿pero cómo podrÃa hacerlo cuando lo he perdido todo?
Mi familia, mis amigos. El amor de mi vida. Nunca pensé que el hombre al que amaba terminarÃa traicionándome.
Soy Xira, un Allren. Según la mayorÃa, mi especie debe dejar de existir.
Siglos atrás, muy muy atrás que parece haber ocurrido en el sueño de alguien, los Allren fueron responsables de destruÃr centenares de planetas. Acabamos con miles de civilizaciones, y provocamos demasiada oscuridad. Por eso nos ven como asesinos sin corazón. Monstruos.
Nos temen, pero más que todo nos repudian por algo que pasó hace tanto que he llegado a creer solo son cuentos de miedo que les dicen a los niños para que no hagan travesuras.
Nos llaman «Rinnes», que en nuestro idioma significa «carne podrida».
Por años vivà escondida con mis padres y mi pequeña hermana Xen. HabÃamos aprendido a camuflar nuestro origen, y fácilmente podÃamos ser confundidos por unos simples humanos. El único modo en el que alguien supiera que éramos Allren es si nos obligaban a mirar una Luna llena. Nuestros ojos cambiaban a su verdadero color: el rojo.
Lo bueno era que casi nadie sabÃa sobre esto, asà que en esas noches nos asegurábamos permanecer en casa hasta que llegara el siguiente amanecer.
Un dÃa conocà a Mattew, un humano.
Quedé perdidamente enamorada de él, tanto que llegué a confesarle de dónde provenÃa en realidad. Tanto que le conté lo que me provocaba la Luna.
Fui una tonta.
El hombre de negro me obliga a pararme sujetándome del cabello. Grito de dolor sin desearlo.
Los golpes aumentan tanto en intensidad como en rapidez. Miro a uno de los prisioneros, y su rostro es de completa furia. Sus ojos encendidos, teñidos con el color de la sangre de los humanos.
En esta prisión mantienen cautivos a los de mi especie. Somos cientos los que pronto moriremos.
Nuestros captores solo nos asesinan de a uno, lo convierten en un espectáculo que se transmite a cada planeta, y alargan el sufrimiento hasta que el cuerpo se vuelve inerte.
Mis padres fueron asesinados hace unas semanas. Mi hermana murió hace tres dÃas.
Soy la única mujer que queda.
Al parecer somos blancos fáciles de atrapar. En cada planeta en el que un Allren se ha escondido, las de mi género son las primeras en morir.
Hemos vivido tanto tiempo con miedo, escondiéndonos, que hemos llegado al punto de ser frágiles y torpes.
Nuestra lÃder se sentirÃa tan decepcionada de nosotras. Allera, la primera Allren. Lo humanos la considerarÃan una deidad si supieran de lo que era capaz. Mis padres me contaron sobre ella, al igual que mis abuelos los hicieron con ellos. Su historia es trágica, pues muere a manos de alguien cercano.
En mi planeta, las Allren éramos el género fuerte. Éramos respetadas. Todo gracias a Allera, porque su fuerza nos mostró lo que nosotras podÃamos hacer. Los humanos dejarÃan de subestimarnos si tan solo supieran.
—No hagamos esperar a la audiencia —susurra cerca a mi oÃdo.
Suelta mi cabello y me obligo a seguir andando, solo para su gusto.
Nos detenemos frente a una enorme puerta de metal. Mantengo la mirada fija en el suelo mientras el tipo le hace señas a la cámara pegada en una esquina. La puerta chirrÃa al moverse con lentitud, su grosor lo hace imposible de ser movido por alguien.
«Mátalo»
Freno antes de cruzar por completo el umbral. Me estanco ahÃ, pensando que estoy oyendo cosas.
—¿Qué esperas? —El hombre me empuja, pero no consigue moverme.
«Mátalo»
Presiono los dientes, hago puños mis manos. La sangre bombea mi pecho con fuerza, como si alguien acabara de suministrarme una dosis de adrenalina.
«Mátalos a todos»
—Muévete, Rinne. —Esta vez usa ambas manos, y doy el paso que tanto desea.
Cierro los ojos e intento contenerlo. Mi cuerpo tirita como si tuviera frÃo. Me concentro en una sola imagen, la de mi hermana. Inhalo y exhalo, esperando que funcione y me relaje su sonrisa.
«Mata al humano»
Parpadeo y todo a mi alrededor se calla. Los oÃdos me zumban. Mi rostro se serena, como si acabara de despertar de un profundo sueño.
—Rinne inservible, ¿quieres morir aquà mismo?
Vuelvo a parpadear y tuerzo la boca, similar a una sonrisa. Uno las palmas, y con un simple movimiento separo las manos. Los pedazos de las esposas tintinean en el piso de metal. Me vuelvo tan rápido que el humano se muestra sorprendido. Abre la boca con la intención de hablar, y coloco mi palma en su pecho.
—El que morirá serás tú —murmuro con suavidad.
Le doy un leve empujón. El humano abre la boca para soltar su último aliento. Su rostro pierde color, sus ojos pierden brillo, y cae a mis pies.
Paso por encima de su cuerpo, al cruzar la puerta miro por encima de mi hombro hacia la cámara, y el sonrÃo. Camino hasta llegar a la unión de ambos pasillos paralelos, con las cápsulas haciendo de paredes. Hay un hoyo largo al otro lado de la baranda que tengo a medio metro, mostrando la variedad de pisos que conforma esta prisión. Coloco las manos sobre la baranda y exhalo.
Cierro los ojos, y la pantalla negra muestra formas de colores. En cuestión de segundos veo el mapa general de la prisión. Cada celda, cada prisionero, cada hombre vestido de negro. En el piso más abajo terminan de hacer los preparativos para mi ejecución, ajustan las cámaras, se aseguran de ir bien maquillados para el espectáculo. Una luz roja parpadea por esa habitación y todos se alarman.
Abro los ojos y elevo los brazos, estirando cada dedo, dejando las palmas hacia abajo.
—Es hora de irnos —anuncio.
Hago puños las manos, y cada puerta de cada cápsula se tuerce, como si se contrajera, hasta convertirse en polvo.
Cada Allren permanece quieto, firmes y callados. Camino por el pasillo de la derecha y miro cada rostro. SonrÃo al captar sus miradas encendidas, la sangre latiendo en sus ojos. Apoyo la mano izquierda en la baranda.
—Andando. —Tomo impulso y salto por el extenso hoyo.
DirÃa que hay más de cien pisos, pero el resto es llenado por otras especies, por malhechores de otros planetas.
Los humanos subestiman demasiado a sus mujeres. Las creen débiles, y suponen que los Allren femeninos somos iguales. Piensan que también necesitamos ser salvadas, que somos doncellas en peligro en búsqueda de un prÃncipe que nos saque de la torre.
Eso se acabó.
A veces, lo último que necesitas es un caballero de brillante armadura.
A veces, lo único que necesitas es recordar lo que hicieron otras mujeres, de lo que fueron capaces de hacer.
A veces, solo hace falta creer en ti.
No más caballeros. No más doncellas.
No más humanos.
~•★•~
¿Qué les pareció? *-*
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